El enoturismo tiene la capacidad de interpretar y reinterpretar el territorio, generando un storytelling único y dando valor añadido a los paisajes del vino, modelados durante siglos como un patrimonio cercano, cotidiano y esencial de la humanidad.
Materializa un paseo de todos los sentidos por los paisajes del vino, desde los orígenes, llevando todas sus sensaciones e historias a la copa; y facilitando la armonía con todos los demás productos del territorio, yendo mucho más allá de la gastronomía, e incluyendo nuevas propuestas como la vinoterapia y la vinocosmética.
Convierte el lugar en un destino y transmite los valores de la tradición y la pasión de la tierra, utilizando las tecnologías más innovadoras pero siempre a escala humana; conectando almas, historias y experiencias en un cóctel perfecto.
Se dirige a un público cada vez más joven, más lúdico, más diverso, más experiencial, y no necesariamente conocedor del mundo del vino; que abre el enoturismo a todos los mercados del mundo.
Inspira cada día nuevos productos, adaptándose a la evolución de la sociedad, dentro de un ecosistema amplio y diverso, con un largo efecto multiplicador que beneficia a toda la comunidad local, a sus servicios y sus emprendimientos.
Facilita el acercamiento de culturas, la gastrodiplomacia y el deseo de acercarse a otros patrimonios vivos o revividos, a otras visiones del mundo; comunicando saberes ancestrales, recuperando paisajes culturales, y adaptándose a la rica y vibrante diversidad humana.
Para materializar todo ello necesitamos de la inteligencia de mercado, de la gobernanza responsable de los datos (big data/ small data), de los observatorios de turismo y enoturismo con metodologías unificadas. Trabajamos para que esta inteligencia sistematizada se convierta en replicable, cotidiana y utilizable por los profesionales del enoturismo, hasta los más pequeños y aislados.
El mercado quiere visitar desde la bodega más sencilla, rústica y remota a la más potente, enorme, con una arquitectura transgresora que inunda el paisaje. La interpretación del patrimonio y el marketing enfocado nos van a ayudar a llegar a cada uno de estos perfiles y nichos en un mercado cada vez más hipersegmentado, que busca experiencias memorables; incluyendo al turista local y de bajo coste que nos mantiene en los tiempos difíciles.
La tecnología nos va a ayudar a informar, comunicar, vender; siempre que no olvidemos que es un medio y no un fin, y que y que si invadimos al cliente con datos y aplicaciones no le quedará espacio para las emociones.
El producto enoturístico engarza con todo tipo de segmentos y productos turísticos, sin perder su riqueza “human to human”, su visión holística, su ritualidad, sus valores tangibles e intangibles. De forma particular, el enoturismo encaja como un engranaje perfecto con el turismo MICE, la industria de las reuniones y los viajes de incentivo; donde también cabe desde la bodega boutique más íntima y exclusiva a la del diseño más espectacular; permitiendo al enoturista evolucionar desde el turismo MICE al bleisure y al vacacional, fidelizándole con los lugares.
Desde el punto de vista de la organización productiva, la sinergia, la coordinación, la cooperación competitiva, la clusterización, son claves para penetrar en mercados -cercanos o lejanos- cada vez más competidos; cada vez más informados, diversos y exigentes.
Podemos alcanzar a esos mercados de forma directa o a través de tour operadores, de formas totalmente compatibles; estandarizando los productos y servicios pero sin perder la identidad, la autenticidad y la diferencia.
Nuestra singularidad empieza en nuestro nombre, sigue en nuestros mensajes y se consolida y posiciona en nuestro packaging de producto y en nuestra marca. El branding de territorio y de país; junto al cobranding entre las propias empresas de enoturismo, y entre las empresas y el destino, son fundamentales para que los mercados emisores nos reconozcan, nos posicionen, nos seleccionen para cada cliente, recordando siempre que el mercado son personas.
La digitalización del sector del enoturismo avanza imparable en todo el mundo, facilitando tanto la intermediación cada vez más eficaz a través de tour operadores y plataformas; como la reserva directa de los turistas independientes, que necesitan de inmediatez y transparencia.
La responsabilidad con el paisaje, con la naturaleza, con el cambio climático, con la cultura y la economía locales, están enmarcadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, en el Triple Balance y en el Triple Impacto. Esta responsabilidad es transversal a todos los aspectos y valores del enoturismo que hemos citado, a ese propósito transformador para el territorio y memorable para el cliente que queremos transmitir.
La responsabilidad con el ser humano nos obliga a diseñar y operar un enoturismo que sea realmente amigable, inclusivo, accesible, centrado en el ser humano; respondiendo así a sus diversidades étnicas, sociales, religiosas, funcionales; compartiendo así una riqueza infinita con un mercado mundial que también es infinito.
Ante la gran necesidad, reto y oportunidad detectados, de cooperación entre todos los actores que hemos conocido a lo largo de esta Cumbre (empresas, profesionales independientes, Administraciones públicas, Cámaras y asociaciones, Academia…), queda cada vez más claro el rol crucial de la OMET y de sus aliados actuales y futuros (tantos que no los podemos citar en estas conclusiones), y ya estamos listos para dar los primeros pasos después de esta Primera Cumbre Mundial.
No nos cabe ninguna duda de que todos estos retos se alinean de forma prometedora con el enoturismo de Uruguay, cristalizado en esta inspiradora Primera Cumbre Mundial de Enoturismo. Esta Cumbre marca ya un antes y un después en el enoturismo de este hermoso país; y no sólo va a contribuir a aumentar el producto interior bruto de Uruguay y de los demás países hermanados en el vino, sino también a aumentar la felicidad interna neta del mundo. Muchas gracias.